Dispersiones inocuas

Publicidad veraniega: el tarot de la crisis del audiovisual

Domingo de Cine
Domingo de cine
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4 min readSep 6, 2013

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por Javier Moral.

Con la entrada de septiembre parece haber terminado ese corto (siempre será corto) período de asueto en el que el cinéfilo y/o adicto a la televisión dispone, no de una mejor oferta, sino de más tiempo para elegir lo que ve. De hecho, bien es sabido que la oferta tiende a ser mediocre: las salas de cine se atiborran de blockbusters y las pantallas de televisión de refritos, sustituciones y series de capeo que rellenan la parrilla hasta que llegan los estrenos potentes (por llamarlos de alguna manera) de temporada.

Sin embargo, cada año al acabar el verano el único recuerdo audiovisual que mi cabeza almacena, compartido con una vergonzante colección de machacones ritmillos electro-latinos, es una heterogénea e irregular selección de spots comerciales. Y juro que no veo mucha más televisión en verano que durante el resto del año. Quizá la culpa sea de esa bazofia televisiva que obliga a un zapeo compulsivo donde la mejor opción podrían terminar siendo los intermedios publicitarios. Hay quien dice que estas campañas también son fruto de ese efecto torpe-desidioso que vicia el audiovisual veraniego. Pues no estoy de acuerdo.

Entiendo que la mente humana es capaz de lo mejor y de lo peor. Precisamente por eso, junto al hueco que algunos anuncios se han abierto, destruyendo neuronas a base de insoportables bombardeos como el del viejo y su silla de IKEA , el de los cansinos cutrebailongos de Estrella Galicia y los de los incontables remedios contra el estreñimiento, también hay lugar para divertidas y astutas joyitas con atractivos mensajes subliminales (y no me refiero a esa ombliguista fantasía culé by Qatar Airways). Porque hoy tengo una teoría.

Reflexión nº 1

Comencemos con ese spot de una conocida marca de condones: Control (a estas alturas, voy a dejar de nombrar marcas…). Antes de nada, un letrero leído en voz alta avisa del respeto a la normativa publicitaria en televisión, además de servir de epílogo para algún que otro espectador cortimer: “Como no se puede mostrar a un hombre poniéndose un preservativo, haremos la demostración con caballeros medievales”. A continuación, dos distinguidos hidalgos compiten por el amor de una bella princesa. Pero no luchan. Dado el símil sexual expuesto en la introducción, se podría pensar que ella se decantaría por el que tuviera el arma más larga; pues no, el justo vencedor es aquel que mejor la envaine. No se puede ser tan burdo y a la vez tan elocuente. Aparte de la connotación pacifista de la pieza, los creativos de la marca demuestran que no es necesario mostrar para contar (pese a que ellos mismos hayan caído en la tentación del rótulo). O lo que es lo mismo: la fastuosidad no asegura un buen producto.

Reflexión nº 2

Los escasos anuncios de páginas web en televisión suelen concentrarse en la promoción de buscadores de viajes y hoteles. Todos pasan desapercibidos, excepto este último. Kayak promete eficacia, ahorrando noches en vela en la búsqueda de un paquete vacacional asequible, a través de los delirios de un voluntarioso señor con la mirada perdida que exclama cachondas incongruencias (“¿Presumir de una cartera en salmuera?”, o lo que bien serviría de alentador grito de guerra: “¡¡Pokemboooo!!”) y la resignación de su abnegada esposa. Lo que en realidad se ofrece, no es sino una gloriosa predicción: el concepto low cost ha transgredido formatos contagiando muy diversos sectores y obteniendo un matiz transmedia; su oferta pronto será tan amplia como para volverse loco.

Reflexión nº 3

La teoría no completaría su coherencia sin considerar este tercer ejemplo. Un niño recibe un regalo en su fiesta de cumpleaños. Se trata de un simple palo de madera, pero el entusiasmo y los agradecimientos del crío, que no para de gritar a la cámara que inmortaliza el momento “¡¡Un paloooo, un palooo!!”, dejan patidifusos a todos los presentes (seguramente, incluyendo al sinvergüenza y tacaño obsequiante) y a los propios espectadores. Se trata de una campaña del refresco “Limón & Nada” (Minute Maid) que homenajea aquellos rudimentarios juguetes de infancias no muy lejanas al tiempo que reivindica su compatibilidad con la era digital. Más allá de las buenas y nostálgicas intenciones y de la chispa del resto de piezas que componen la campaña (“La piedra”, “La caja” y “Las pilas”, son igualmente desternillantes), los responsables de este excepcional trabajo exhiben un conocimiento poco común del estado actual del audiovisual: su defensa de la sencillez y la optimización conceptuales trasladadas a la lógica de la producción moderna en forma de recursos técnicos y artísticos de saldo, pero competitivos (como el formato de vídeo doméstico o un infante espídico que se antoja toda una estrella en ciernes), parecen funcionar como el dedo divino que señala el camino. Toda una apología del low cost, cuyo estímulo todavía dará que hablar (el crítico televisivo Pepe Colubi titulaba un artículo dedicado a este mismo anuncio con la sentencia “Llevarse un palo no es tan malo”).

Teoría:

Hoy se estrena la melancólica y muy recomendable Cabás (Pablo Hernando, 2012) en Filmin, y hace tiempo que también circula por los mismos derroteros una deliciosa y absurda esquizofrenia titulada Mi loco Erasmus (Carlo Padial, 2012). Los rodajes de Open Windows (Nacho Vigalondo) y Magical Girl (Carlos Vermut) se anunciaron a bombo y platillo en consonancia con la creciente legión de seguidores que celebran la permuta entre el ingenio libre y la tendencia sobornada. Ya se habla de una praxis low cost en seriales, aunque Internet todavía parezca ser su destino oficial y exclusivo (donde, por otro lado, generan fenómenos de culto sin precedentes). E incluso algunos formatos televisivos de no ficción (“Lo sabe, no lo sabe” y “Negocia como puedas”, de Cuatro; “Taxi”, de La Sexta) se han subido al carro.

Sí, mi cerebro ha sufrido la pérdida de unas cuantas neuronas en la búsqueda de un hilo conductor entre tanto anuncio idiota e intrascendente, pero ahí va eso: ¿Será esto la génesis de una inteligencia colectiva latente que ya ha priorizado opciones y que, sumida en la dinámica de una economía de guerrilla, nos encamina hacia el low cost como único y verdadero antídoto contra la degradación y muerte del audiovisual (como hasta ahora lo entendíamos)? No me hagáis mucho caso,… pero yo quiero creer que sí.

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