Hollywood

¡No me puedo creer que sea una peluca!

Domingo de Cine
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7 min readApr 4, 2016

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por Juan Sanguino.

Puede que tener cuatro pelos de rata sea un problema para encontrar novio, pero no para ser una estrella de Hollywood. En la fábrica de sueños, no hay problema que una buena mata de pelo de plástico no pueda solucionar, y por ello quiero rendir un homenaje a aquellas estrellas que utilizaron pelucas para meterse en su papel, y de paso, hacer el ridículo ante millones de personas. Algunas parecían payasas, otras parecían travestis, pero lo que todas tienen en común es que nos dimos cuenta en aproximadamente tres segundos.

Y es que tengo que confesar que tengo una pequeña obsesión llamada “caza la peluca”, que consiste en identificar el pelo falso en toda película que veo. Me fascina y me distrae del diálogo, pero no puedo evitar cazar pelo falso allá dónde voy. Todo empezó cuando vi El Guardaespaldas hace ya 20 años. No podía dejar de admirar cómo el peluquero de Whitney Houston había conseguido este look, este otro y este otro en tan poco tiempo. Hasta que mi hermana derrumbó el mito y todas mis ilusiones diciéndome que todo eran pelucas, porque Whitney estaba calva en la vida real. Desde entonces, he perseguido pelucas allá donde voy, y ese conocimiento me ha llevado a elaborar este riguroso estudio.

Cinco razones por las que ponerse una peluca:

1. Trabajas para Tim Burton

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Quizá por ser el director con el pelo más espantoso del cine actual, Timmy está claramente obsesionado con utilizar pelucas descaradas y normalmente fatal colocadas. Su predilección son las rubias, probablemente para conseguir ese aspecto de cine serie B en el que todo era de mentira. En ocasiones, no era necesario utilizar peluca, pero desde luego siempre son excesivas y tronchantes.

Gracias, Tim.

2. Eres negra

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Gracias a Whitney y a la aguafiestas de mi hermana, descubrí que la mayoría de las mujeres negras están secretamente calvas, por lo que además de bisutería también coleccionan pelucas. Lo curioso es que esas pelucas suelen tener unos colores que no existen en la raza humana como caoba, cobre o verde. Supongo que puestas a llevar pelo de mentira, mejor que se note.

El problema es que la barrera entre ser una diva y parecer un travesti es demasiado fina, y a menudo las estrellas afroamericanas caen en el plasticorro más digno de la Plaza Mayor en Navidad. Cuidado, chicas. A veces es mejor olvidarse de farsas y enseñarle al mundo tus cuatro pelos como hizo Viola Davis. Seguro que alguien lo considera una declaración de principios y te da trabajo.

Pero a nivel de postizos, la negra definitiva es Beyoncé, la única que lleva pelucas de tan buena calidad que van con un cuero cabelludo falso incorporado. Apuesto a que Beyoncé tiene a Michelle Williams y a Kelly Rowland tejiendo pelos humanos durante 20 horas al día a cambio de dejarles hacerle los coros de vez en cuando.

Siempre hubo clases.

3. Tienes que parecer fea

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Todos sabemos que en Hollywood todo el mundo es guapísimo. Llevamos años creyéndonos películas en las que gente como Katherine Heighl o Bradley Cooper son unos desgraciados en el amor. Incluso los feos oficiales no lo son tanto (con excepción del pobre Paul GIamatti). Así que cuando el guión requiere que un personaje sea feo, la brillante solución del estudio es contratar a alguien que esté buenísimo y ponerle una peluca.

Tal es el caso de Cameron Diaz en Cómo ser John Malkovich. No hay nada más indie y moderni que afear estrellas, así que Cameron se puso la peluca más de perdedora que encontró, con la que nos quería decir “pues imaginad cómo tengo el de abajo”. Y lo curioso es que sin sus mechas californianas ni sus ojos azules, Cameron no solo no era guapa sino que quedaba reducida a ser una boca gigante. Y gracias a ello el público comenzó a fijarse en ella como una actriz seria.

No estoy diciendo que Camy sea una de esas actrices desesperadas porque le den premios, porque ella va muy por libre, pero no le vino nada mal este pelo fosco y sin vida.

Y hablando de cosas sin vida, Taylor Lautner también se puso una peluca en Crepúsculo, para que así no nos diésemos cuenta de que era un chulazo. Brillante, Taylor. El problema es que ese pelo te hacía parecer una señora de la limpieza, y no he podido borrarlo de mi memoria. Afortunadamente, todo apunta a que no volveremos a verte nunca más. Venga hasta luego.

4. Te niegas a asumir que estás calvo

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Rompamos el mito de que “quedarse calvo no es tan malo”. Porque es lo peor que puede pasarte en la vida. No todos somos Jason Statham. La calvicie no es más que un síntoma de que estás más cerca de la muerte.

Dicho esto, me perturba el miedo que hay en Hollywood a la alopecia. Si Dios ha querido que pierdas el cabello, asúmelo, rápate y protagoniza pelis de acción de mierda. Es tu destino.

Sin embargo, Nicolas Cage y John Travolta se niegan a asumirlo, paseando sus injertos por toda alfombra roja en la que les dejen entrar como si no nos estuviéramos dando cuenta de que parecen las muñecas de Famosa.

Casualmente, Nicolas y John no solo han perdido su dignidad sino también todo su talento desde que empezaron a clavarse pelos en la frente. Estar calvo es una faena, pero que todo Hollywood se ría de ti es una desgracia. Y si no que se lo digan a Renée Zelwegger.

5. Eres demasiado importante y pasas total de que te frían el pelo

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Esta es la mejor categoría de todas, porque como decía Julia Roberts (que con esa melena de yegua nunca ha necesitado postizos) en Pretty Woman: “yo elijo dónde, cuánto y con quién”. Cuando eres una estrella de verdad (no, no me refiero a camareras con pretensiones como Gemma Arterton) llega el momento de despedir a esa peluquera que te persigue con un Líssima de Rowenta por el set de rodaje y ponerte una peluca.

Pero no cualquier peluca. Una bien cara, llena de vida, vibrante. Como tú. Como los cheques que cobras. Michelle Williams nunca cambia su corte de pelo, muy de lesbiana catalana (o de prostituta francesa), y siempre lleva una buena ristra de pelucas allá donde va.

En concreto, la de My week with Marilyn costó 4000 dólares. Lo digo por si queréis comprárosla para bailar delante del espejo ponerosla en carnaval. Esos 4000 dólares fueron una inversión que mereció completamente la pena, porque no debemos olvidar la peluca de Mira Sorvino en su película sobre Marilyn (peor error de cásting en toda la historia de Hollywood), que estaba más seca que el ojo de una tuerta.

Pero la verdadera REINA de las pelucas es Nicole Kidman. Mientras trabajaba en Australia, no tenía problemas en pasear su pelo de vagabunda por cualquier película donde quisieran contratarla. Pero en cuanto llegó a Hollywood hizo lo que cualquier chica de provincias ambiciosa debe hacer: casarse bien y comprarse pelucas. Eso lo sé yo, lo sabe Nicole y también lo sabe Anne.

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“Llevo la pitillera dentro de la peluca”

Los tratamientos, los focos y los flashes son muy perjudiciales para cabellos tan finos como el de Nicole, y por eso la última vez que vimos su verdadero pelo debió ser hace 20 años. Probablemente la última vez que se lo peinó, porque si algo recordamos de Un horizonte muy lejano es aquella melena de color risketo con la que nadie podía tomarse en serio a la pobre Nicole. Pero nada mejor para proteger tu intimidad que ocultando tu verdadero pelo.

Así que mientras queden estrellas de verdad como Nicole, las pelucas serán dignas y admirables. No todo el mundo sabe caminar en una alfombra roja, ni dar buenas entrevistas, pero eso se puede aprender. Llevar una peluca sin parecer un circo ambulante es un talento natural.

Y si no siempre puedes dejártelo crecer de forma natural. Mira qué bien le resultó a la vieja de Titanic.

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