Psicología

La favorita

La mujer como sujeto

Domingo de Cine
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4 min readApr 11, 2019

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por Cristina Penín.

Deseo recuperar una película de la pasada edición de los Óscar para pensar sobre el lugar que la mujer históricamente ha ocupado en el mundo, y que sigue ocupando por mucho que algunos intenten negarlo. En un momento dónde el feminismo se ve atacado y la objetivación del cuerpo femenino se sigue perpetuando ahora a los modos capitalistas, debemos reflexionar como el discurso patriarcal nos afecta a todos, tanto a hombres como mujeres.

En ‘La Favorita (2018)’ de Yorgos Lanthimos tenemos a tres mujeres protagonistas, cada una con su personalidad, su historia y sus circunstancias; pero con algo en común que las une: desean poder en un mundo donde el poder está reservado a los hombres.

Una de ellas es la Reina Ana de Inglaterra, mujer marcada por la tragedia personal al no ser capaz hacer lo único que el mundo espera de ella: tener descendencia. Es Reina, pero nadie espera que gobierne, que mande, que piense siquiera. Olivia Colman ganó el Óscar por saber representar la locura infantil y déspota de una mujer con un gran poder sólo en apariencia, porque en el fondo no es dueña siquiera de su propio cuerpo enfermo. El lugar real otorgado para su Majestad es el de mera incubadora, ¿quién no enloquecería si fuera presa de una discordancia tan grande entre lo que uno “aparentemente es” y lo que “realmente es”? Un Rey también tiene que garantizar la sucesión, pero la presión recae del lado de la consorte (la mujer) y además sí se esperaría de él que pensara y tomara decisiones como un sujeto activo, que gobernara de hecho y no sólo de apariencia.

La mejor amiga de la Reina es Lady Sarah (impresionante Rachel Weisz), una mujer noble que sabe que necesita de su marido y su posición para hacer oír una voz que, sin ellos, no se escucharía. Consciente de sus límites, sabe también que los demás están limitados y que por ello deben ayudarse mutuamente. Su forma de ser es un complicado equilibrio entre su ambición de poder y una preocupación real por quiénes la acompañan. La relación con su marido es buena y se preocupa por su amiga de verdad. En algunas ocasiones, Sarah se niega a ceder a los caprichos de la Reina cuando nadie más lo hace, es la forma de intentar contener algo de la locura que desborda a Ana siendo una figura protectora que pone límites.

La prima de Lady Sarah, Abigail (fantástica también Emma Stone), será el tercer vértice de este divertido triángulo. Abigail también era una dama noble, pero su padre malgastó toda su fortuna y luego la vendió cuando tenía 15 años. Ambas primas podrían haber tenido un destino similar, la diferencia es cómo sus padres las cuidaron y trataron: uno se preocupó por el bienestar de la familia, el otro convirtió a su hija en un objeto que vendió. Siendo ambas ambiciosas, inteligentes y decididas quedará claro que Abigail no es capaz de ver al resto de personas como sujetos ni de empatizar con ellos. Sólo los usa para sus fines, como su padre hizo con ella, y cree que puede llegar a estar por encima de todos.

Evidentemente, las tres mujeres tienen su narcisismo como lo tenemos todos. Intentan dominar y someter al otro, y sobre este juego desplegado versará la película. Aquí vemos cómo todas las heridas que se infringen entre ellas y a los demás, son producto de una sociedad que antes las ha maltratado sólo por ser mujeres al no darles el estatuto de sujeto y reducirlas a meros objetos. Todo lo que hacen, lo hacen para intentar lograr un ser propio en un mundo que las niega. A mayor negación de su identidad más desestabilización en la personalidad y, por tanto, mayores serán los estragos que causen.

Por último, deseo finalizar con una reflexión vital sobre la maternidad, aunque ese aspecto no se desarrolle en la película. En una sociedad patriarcal, el único poder que han tenido las mujeres es el de la crianza de los hijos. Si por ser mujer no se me permite la oportunidad de realizarme por otras vías, probablemente volcaré mi malestar en mis hijos. Más en concreto, con hijos varones, puedo tener grandes expectativas de que hagan lo que a mí me hubiera gustado hacer y no puedo. Así, la “madre castradora” es producto de este sistema machista. Esos hijos varones, cuando crezcan, temerán a las mujeres y se defenderán intentando dominarlas y vuelta a empezar. Esta desigualdad que afecta a todos los niveles (pareja, familia, sociedad) es la base de parte del malestar psíquico individual.

El feminismo lo que busca es eliminar este círculo vicioso, no libera sólo a las mujeres, nos libera a todos. Una sociedad dónde cada uno sea dueño y responsable único de su deseo, sin someter o ser sometido a otro, es la única garantía para lograr el bienestar emocional.

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