Kingdom

En época de virus

Domingo de Cine
Domingo de cine

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por Carlos Vera.

Tras acabar las temporadas existentes de la serie en cuestión, genialmente dirigida por Kim Seong-hoon, debo decir que la he devorado, en comparación con mi ritmo habitual. Podría incluso decir que, al igual que los infectados estaban hambrientos de carne humana, yo necesitaba mi dosis diaria para saciarme de manera ávida y gustosa de sus historia. Solo quería continuarla, noche tras noche, inmerso en su mundo de pandemia, de miedo, de paranoia social y colectiva… ¿os suenan estos términos?

Cuesta parar, sin duda. Adictiva como pocas, se trata mucho más que una simple serie de zombis. Imbuida de un trasfondo político e histórico, con sus tramas y ardides. El periodo en cuestión da mucho juego, pues la época medieval siempre atrae, mezclada en este caso de una especie de halo: el de realismo mágico incluso. Batallas épicas, conflictos de intereses, sabotajes, traiciones entre los personajes y los clanes…

Un tiempo convulso de rebeliones, ambición y poder que va marcando y dictando los renglones de la trama narrativa. En medio de todo este panorama, se erige el príncipe heredero Lee Chang, quien deberá hacer todo lo posible por sobrevivir (tanto a las perfidias de la corte como a un virus inhumano que convierte en zombis a una gran parte de la población).

La estética, el vestuario y el decorado son, sin duda, impolutos, impecables. Cada nimio detalle ha sido pulido hasta la perfección, por lo que todo te lleva a zambullirte en su universo. Sus pormenores no sirven únicamente para enfatizar lo visualizado sino también para adentrarnos en la psicología inherente e historia de cada personaje.

El relato además, muy al modo de la doblemente oscarizada Parásitos, no deja de lado algo básico hoy y siempre: la lucha y el conflicto entre clases, donde unos ostentan todo y otros se limitan a ser atrezzo de los primeros, sin poseer nada; una monarquía y unos poderosos que persisten alimentándose de sus súbditos, engulléndolos. Y, como en toda buena oligarquía, los miserables no son capaces aunar fuerzas en aras de un objetivo común. Por desgracia, todo resuena demasiado a los tiempos que corren…

El virus del canibalismo -y el clasismo- lo invade todo; ni siquiera se escapa un príncipe heredero engendrado por una concubina que lo hace menos merecedor moral del trono. A pesar de haberse citado hace siglos, el Homo homini lupus, en latín “el hombre es el lobo del hombre”, acuñada por Plauto (comediógrafo latino antes de Cristo) y popularizada por el filósofo inglés Thomas Hobbes en el siglo XVII, se hace presente en todo cuanto se relata. Nadie se salva: bien deberán luchar ante el avance de la oleada zombi, bien se verán forzados a luchar contra la opresión de sus propios congéneres.

Eso es sin duda uno, si no el mayor, de los atractivos que aporta la serie: la multitud de capas, de tramas, de temas y simbologías… Vuelve a hacerse eco de dualidades intrínsecamente humanas: el bien el mal, lo individual y lo colectivo, el bien común y el egoísmo. En medio de estas vicisitudes, siempre hay excepciones que conectan con los buenos deseos del alma de cada espectador. Siempre hay un porcentaje de redención y de salvación en individuos que se unen para luchar contra la injusticia y la oscuridad, sumando fuerzas en pro de una supervivencia conjunta, como especie en todos sus sentidos.

Ojalá seamos capaces de quedarnos con esto…

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