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Kill la Kill

Domingo de Cine
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Published in
3 min readNov 18, 2013

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por Alex Pruñonosa.

Uno de los animes que más llamaban la atención para esta nueva temporada de Otoño era ‘Kill La Kill’. Serie original, que no adapta ningún material previo en papel, producida por el estudio Trigger, dirigida por Hiroyuki Imaishi y escrita por Kazuki Nakashima, mentes pensantes tras ese peculiar homenaje al género de mechas que fue ‘Gurren Lagann’.

Cuesta pararse a escribir sobre ‘Kill La Kill’, su universo completamente loco, su humor pasado de rosca y su ironía y sarcasmo lejos de cualquier sutileza hacen de ella un cóctel explosivo que descoloca por completo al espectador que se acerca a verla. El visionado de su primer episodio es una experiencia confusa, en la que el imparable ritmo con el que se sucede todo impide pararse a pensar en el sentido de lo que se está desarrollando en la pantalla.

Pero para contextualizar habría que explicar cuál es el punto de partida, punta de iceberg de lo que está por venir en este anime tan peculiar. Nos encontramos en un Tokio post-apocalíptico, en el que la academia Honnouji cumple las funciones de gobierno autoritario, comandado por la presidenta del consejo de estudiantes Satsuki Kiryuin. Como buen estado totalitarista, el poder viene de la represión y en este caso, el vehículo para la misma son unos uniformes alterados tecnológicamente que otorgan una mayor fuerza a aquellos que los visten, privilegio reservados a algunos miembros seleccionados del consejo estudiantil.

En este escenario entra la protagonista, Ryuko Matoi, nueva estudiante, que en su búsqueda de venganza por la muerte de su padre, desafiará a la todopoderosa y tiránica presidenta, valiéndose de unas peculiares ‘tijeras’ y de un uniforme con vida propia que se alimenta de su sangre. La respuesta al asesinato de su padre la encontrará al final de todas las batallas que tendrá que vencer contra los estudiantes de la Academia.

Esta vendría a ser la sinopsis de la serie, a la que habría que añadir el humor del que hacen gala unos personajes que se toman muy en serio el absurdo que les rodea. La dirección también es digna de mención, espídica y arrolladora, no da respiro en su imparable ritmo y no decepciona en su continua búsqueda de recursos: zooms, planos locos, cámaras lentas y mucho texto integrado en las secuencias.

‘Kill La Kill’ es una distopía delirante, infantilizada y exagerada hasta el paroxismo. Fibra sintética como sinónimo de poder, fan service como ejemplo de autoaceptación y violencia caricaturizada hasta ser convertida en puro slapstick. El instituto como centro del mundo, sus estratos sociales como jerarquía militar en una representación que trae a la mente a la de la Academia Ohtori de ‘Shōjo Kakumei Utena’, serie con la que se pueden establecer varios paralelismos pese a que sus tonos difieran por completo.

Cuando uno echa un vistazo a las programaciones de cada nueva temporada de anime en Japón, por lo general las propuestas suelen ser bastante decepcionantes, historias contadas una y mil veces, poca ambición narrativa y falta de ganas de sorprender. De ahí que Kill La Kill’ funcione como revulsivo necesario, de tan delirante es imprescindible. Todavía queda por ver si es capaz de mantener el pulso y la frescura con la que ha comenzado, pero ya sólo por la diversión que nos ha entregado, merece la pena.

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